A principios de los años 90, Chile tenía el clima perfecto para la prosperidad económica, en la que el sector minero podía desempeñar un papel importante. Las reformas institucionales y políticas de Chile permitieron que la industria minera del cobre se convirtiera en un motor clave del crecimiento económico, ayudando al país a dar un salto sin precedentes en el escenario mundial.
Tres décadas después, Chile ha establecido la minería del cobre como un pilar central del desarrollo económico sostenible, representando el 10,9% del PIB del país, proporcionando una media del 7,8% de los ingresos fiscales y 388.754 puestos de trabajo para Chile. Por cada 100 dólares que aporta la minería a la economía, se generan indirectamente al menos otros 36 dólares. En cuanto al agua, la industria minera representa el 3% del consumo nacional.
Como resultado directo del modelo de exportación de recursos naturales, en 2016 menos de un tercio de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza, los ingresos se cuadruplicaron y Chile se convirtió en una de las dos economías latinoamericanas con mayores ingresos.
En 2017, Chile fue el mayor productor mundial de cobre y ocupó el sexto lugar en el mundo en términos de producción minera total, después de Australia, China, Rusia, Sudáfrica y Estados Unidos.
